Dicen que muchos colegios ocultan el problema. Para los especialistas, el bullying ya tiene la magnitud de una epidemia. En Estados Unidos acaban de salir dos películas sobre el tema. Y el país encabeza un ranking regional de maltratos entre alumnos.
Cuando las burlas en la escuela se convierten en hostigamiento, los apodos en sobrenombres estigmatizantes y las bromas terminan a las piñas es difícil considerarlo una «cosa de chicos”. En Estados Unidos el bullying –el acoso entre pares en la escuela– ya tiene la magnitud de una epidemia. Tanto, que acaban de lanzarse dos documentales: uno, que se estrenó ayer, pone la lupa en dos adolescentes víctimas de acoso escolar que terminaron suicidándose; en el otro hasta participó el presidente Barack Obama. En Argentina, esta forma de violencia escolar ha ido cambiando de traje y los pocos que estudian el tema reparan en lo mismo: antes las nenas separaban; ahora son cada vez más las que hostigan a otras, incluso a los golpes.
«En los últimos años, la violencia en las escuelas se ha ido generalizando. Lo que sorprende es ver cómo están creciendo los casos de violencia física entre chicas incluso de primaria, desde los 12 o 13 años”, señala el psiquiatra Héctor Eyzaguirre, vicepresidente del Observatorio Latinoamericano de la Violencia Escolar.
«A diferencia de lo que se cree –ejemplifica– ocurre en colegios privados, de clase media o media-alta, entre alumnas que no necesariamente provienen de hogares violentos. Acabo de atender a una chica cuyos padres tienen una posición económica muy buena a la que sus compañeras le escribían ‘gorda’ en las paredes, le arrancaban el pelo, le robaban el Ipod o le pegaban en el baño hasta dejarla llena de moretones. Los padres tuvieron que sacarla del colegio y hacerla rendir libre el último año”.
En Argentina no hay estadísticas oficiales. Pero un estudio internacional elaborado con datos de la UNESCO encendió la alarma. Nuestro país está al tope en el ranking de insultos y maltratos físicos de la región. El 37% de los alumnos respondió haber sido insultado o amenazado y el 24% haber sufrido golpes de otros alumnos.
«Vemos un aumento de la violencia física entre chicas pero es muy difícil de medir. A la falta de estadísticas oficiales se suma que muchos docentes nos contestan ‘no queremos dar una charla de bullying porque los padres van a pensar que en este colegio hay alumnos que hostigan”, cuenta Flavia Sinigagliesi, psiquiatra infantil y miembro del equipo «Bullying cero”. Por pura voluntad, este equipo, en conjunto con la Universidad de Flores, comenzó una primera investigación en 40 escuelas privadas y públicas de la Ciudad. Hasta ahora sólo lograron que los atendieran en nueve.
Si quieren estudiar el Bullying es porque así podrían prevenir sus consecuencias: ya hay trabajos internacionales que muestran una relación directa entre los hostigadores y la violencia familiar, y entre los hostigados y las adicciones a futuro. Hay otro, hecho entre más de 5.000 alumnos y publicado en el Journal of Academy Child and Adolescent Psychiatry que mostró que las chicas que sufren acoso escolar tienen más riesgo de suicidio que los varones.
Así, mientras en Argentina hay quienes siguen discutiendo si el bullying existe o no, quienes lo están estudiando comenzaron a desmenuzarlo. No paran de ver crecer el ciberbullying: acosan con mails anónimos o usurpando la identidad de otro o suben fotos comprometedoras a Facebook para humillar a uno frente a una red de supuestos amigos. «Y ya estamos diferenciando dos tipos de acoso escolar. Uno más duro, donde el acosador desea ver sufrir al compañero y por eso se burla de él, lo calumnia o lo injuria. Hemos visto casos de alumnos acosadores que tienen un perfil similar al de un psicópata”, describe Alejandro Castro Santander, Director del Observatorio Internacional de Violencia Escolar, con sede en Francia. «Y existe un hostigamiento más blando: la burla, los sobrenombres y los golpes están dentro de ese trato habitual que en realidad es maltrato. Y cuando les preguntamos responden ‘estamos jugando’ y hasta ‘somos amigos”.
Lo cierto es que la mayor presencia de hostigadoras y hostigadas ya viene causando revuelo en otros países. El año pasado, nueve adolescentes (varios eran mujeres) fueron enjuiciados en Massachusetts después del suicido de Phoebe Prince, una chica de 15 años a la que intimidaron durante meses por haber tenido un romance con un joven deseado por las otras. Recién después del «caso de las chicas malas” –así se lo conoce– se sancionó una ley anti bullying.
Fuente | Clarin